martes, 25 de noviembre de 2008

EL DIA MARTES 11 DE NOVIEMBRE VINIERON REPRECENTANTE DE...H.I.J.O.S (HIJOS E HIJAS POR LA IDENTIDAD LA JUSTICIA CONTRA EL OLVIDO Y EL SILENCIO).
LOS QE VINIERON EN REPRECENTACION FUERON ENRRIQUE QE ES PSICOLOGO, QUE SU PADRE FUE SECUESTRADO DURANTE LA DICTADURA MILITAR, Y GRISELL QUE ESTUDIA EN LA UVA Y QE SUS PADRES NO FUERON SECUESTRADOS, PERO DIJO QE SE UNIO POR SU PROPIA CUENTA, QE LE GUSTAVA AYUDAR A OTROS.
LO QUE HICIERON ESE DIA FUE CONTAR COMO VIVIERON ESE MOMENTO DE TRISTEZA QE NO TENIAN A SUS PADRES Y QE FUERON ADOPTADOS, Y QUE DESPUES DE AÑOS...LE DIJIERON LA VERDAD...Y QUE NUNCA SUPIERON DONDE TIRARON LOS RESTOS DE SUS PADRES.

sábado, 15 de noviembre de 2008

H.I.J.O.S nos visita en el colegio



El día 11 de noviembre tuvimos el agrado y placer de poder recibir en nuestro colegio, Instituto Lomas, a dos de los miembros de la agrupación H.I.J.O.S, Enrique y Giselle.
Enrique tiene 33 años; aproximadamente hace 4 años se sumó a H.I.J.O.S; el es psicólogo y aún sigue buscando a un/a medio hermano/a y a su padre que fue secuestrado durante la última dictadura militar.
Giselle se sumó como colaboradora de H.I.J.O.S, ella estudia en la Universidad de Bs. As.
Otra vez cabe destacar que fue una charla muy importante para nosotros, porque pudimos saber esa parte de la historia tan siniestra de nuestro país.
H.I.J.O.S es una organización independiente que lucha y se manifiesta a través de escraches, marchas, etc.
Podemos agregar además que la sigla H.I.J.O.S dice y significa: Hijos e Hijas por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio.
Una frase a la cual realmente debemos darle mucha importancia:
"No olvidemos, para que no nos vuelva a pasar, y no nos callemos para no formar parte de ese genocidio".


Desde ya de mi parte y de todos mis compañeros muchas gracias por una visita tan importante para nosotros.


Julieta Hourcade

jueves, 13 de noviembre de 2008

El dia martes 11/11 recibimos la visita de dos representantes de la asociacion H.I.J.O.S., de Capital Federal.
Ellos eran:
Enrique, de 33 años, de ocupación sicólogo. Su padre es un desaparecido, y un hermano/a nacido en cautiverio que hoy tendría entre 30 y 31 años
Gisselle, de 27 años, estudiante en la UBA. No tiene ningún familiar desaparecido, y colabora con H.I.J.OS.

Participaron de la clase los siguientes cursos: 8º B (2º ESB), 3º A (S.C.), 2º a (S.C.) y 1º a (S.C.).

Daiana Lanza
Sara Llagarías

miércoles, 12 de noviembre de 2008

La visita de dos personas de la asociación H.I.J.O.S

El día 11 de Noviembre nos visitaron dos personas de la asociación H.I.J.O.S y a la charla asistieron varios cursos del Instituto Lomas de Zamora.
Una de aquellas personas que nos visito fue Enrique. Él tiene 33 años, es psicólogo y cuando tenía al rededor de 5 años se enteró que su padre era un desaparecido.
Su padre logro escapar del lugar de detención pero luego lo atraparon.
Actualmente Enrique está buscando a su hermano/a ya que hace muy poco tiempo se enteró de que su padre había formado pareja con una mujer la cual quedó embarazada cuando los secuestraron a ambos.
También nos visitó Giselle, esta chica tiene 27 años y actualmente está estudiando en la UBA.
Giselle se integró a H.I.J.O.S a los 17 años, pero no porque sus padres estén desaparecidos sino porque le pareció interesante colaborar.
A mí en particular me gustó la charla, ya que nos contaron muchas cosas y fue muy interesante.
Candela Mara Gentile.

martes, 4 de noviembre de 2008

Mi cautiverio duró casi 3 meses, del 4 de febrero al 28 de abril de 1977. Durante ese tiempo, nació mi beba - el 15 de abril - y también fui testigo del nacimiento de otros bebés: el hijo de Inés Ortega de Fossatti, las hijas de Silvia Isabella Valenzi y de María Eloísa Castellini.Mi experiencia personal, sumada a la información recopilada por la Asociación de Ex Detenidos Desaparecidos permite hacer una descripción bastante exacta acerca de cual fue la actitud de los represores con las mujeres embarazadas. El primer punto a tener en cuenta es que el hecho de estar embarazada no impedía la tortura ni la hacía menos violenta. El objetivo de los tormentos era extraer del detenido el máximo de información en el menor tiempo posible y ese objetivo no se cancelaba por "detalles". Pasada esta etapa y en el caso en que el embarazo continuara a pesar de la picana, violación, y/o golpes, comenzaba otra, en alguno de los lugares de "depósito", en la que el trato y la cantidad de comida recibida dependía fuertemente del aspecto - ojos, cutis, pelo, cuerpo -, de la edad y del estado de salud de la embarazada. Esto era así ya que, tal como todas las demás cosas que robaban, los bebés eran considerados botín de guerra aún antes de nacer, por lo que tenían especial cuidado con aquellas "portadoras" bonitas, rubias, de ojos grandes, que les aseguraran bebés fuertes, hermosos y saludables para ser retenidos como propios, para ofrecer gentilmente a algún superior necesitado o para vender al mejor precio. En caso de no reunir estas características, de cualquier manera la embarazada era conservada con vida hasta después del parto (siempre existe demanda para este tipo de producto aunque no sea de la mejor calidad). En casi todos los casos, éste se producía en el suelo, o sobre alguna mesa sucia, con la detenida atada y encapuchada, rodeada de guardias que asistían amenazantes al "espectáculo" y, en caso de que la hubiera, asistencia médica mínima consistente en el corte del cordón umbilical y la extracción de la placenta. Pocas horas después, en algunos casos 2 o 3 días, el bebé era separado de su madre, siempre diciéndole que iba a ser entregado a su familia, incluso se le preguntaba a cual familiar debía ser entregado, dirección del mismo, horarios etc., lo que lograba que la entrega se realizara sin resistencia. De hecho, hasta donde sabemos, mi caso es el único en que un bebé nacido en un campo de concentración fue liberado junto con su madre.


Testimonio de Adriana Calvo - exdetenida durante la última dictadura militar.





Lo que paso ahora a relatar ocurrió hace 22 años, en 1976, cuando yo tenía 17 años y estudiaba en quinto año del Colegio Nacional de La Plata. Vivía con mi madre y su compañero y mi hermanita Gabriela en la calle 43 N° 183 en un apartamento en el quinto piso, en la ciudad de La Plata.
Para entonces yo trabajaba como 'correo' de la oficina Tesorería de la Policía de la Provincia de Buenos Aires, en la Jefatura ubicada en la calle 2 entre 51 y 53 de la ciudad de la Plata. Por la mañana iba al colegio y por la tarde trabajaba. Comencé a trabajar en dicha repartición oficial en el mes de noviembre de 1975.
El día 8 de septiembre de 1976, mientras estaba trabajando, fui llamado por mi jefe, el Comisario Ordinas. Cuando entré en su despacho, deberían ser entre las 17 y 17,30 horas, ya se encontraba allí una persona que yo nunca había visto y que se presentó como Comisario Inspector Luis Vides. Este último comenzó a hablarme violentamente y a preguntarme para quién trabajaba, que sabía que yo 'andaba en algo' y que si no hablaba en ese momento de todas maneras 'me iban a masticar todo'. Recuerdo perfectamente el sentimiento de angustia que me invadió en ese momento. Mi jefe no pronunciaba palabra y creo que la tensión era tal que en toda la oficina reinaba el silencio. Este hombre, Vides continuó vociferando hasta que llamaron a la guardia de la Jefatura y y entre cuatro policías me condujeron hasta la Dirección de investigaciones que estaba en el otro ala del edificio, en la planta baja, como la Tesorería. Ya en una oficina de esta Dirección, cuyo director era el Comisario... Etchecolatz, me esposaron y, sentado, me cubrieron con una manta. No sé cuánto tiempo pasé allí sentado, creo que fueron por lo menos dos horas al cabo durante las cuales escuché entrar y salir a varias personas. Recuerdo que alguien me dijo que ya todo se iba a aclarar. Al cabo de ese tiempo volvió gente que me llevó hasta un coche que supuse un Torino, por el ruido y porque eran los vehículos utilizados por la Policía. Siempre cubierto anduvimos en ese coche durante un buen rato; los ruidos de la ciudad se alejaron y me di cuenta que ya estábamos en el campo. En un momento determinado el coche abandonó la ruta y, por los ruidos y los bamboleos, deduje que estábamos en un camino, sendero, de tierra en donde el coche se detuvo.
Creo que no tuve ni tiempo de tocar el suelo que ya me llevaban a la rastra hasta adentro de un edificio, una casa, en ese momento no supe. Sólo sé que ni bien llegué me ordenaron que me desvistiera. Me ataron tobillos y muñecas, estirado, a una especie de catre y allí permanecí un rato. Alguien me dijo que el 'Coronel' ya iba a llegar. Reconocí la voz de Vides, que horas antes me había gritado y amenazado en la Tesorería. Escuché nombrar a un tal Vargas, que no conozco, y en un momento dado comenzaron a 'picanearme'. Creo que esa sensación es una de las cosas más horribles que sentí en mi vida. Tengo aún la consciencia de sentir mi propio cuerpo que se retorcía. Yo no dejaba de gritar y ellos no dejaban de torturarme. Me hacían preguntas de todo tipo pero todas estaban centradas en mi actividad laboral: querían saber, sin antes conocer nada sobre mí, quiénes eran mis contactos dentro de la Policía. Querían nombres, querían saber a quién yo 'había entregado de los de ellos'. Querían mi cita y mi responsable, mi organización, todo...
Mientras me torturaban uno de ellos ponía sobre mi boca no sé si un trapo o un pedazo de goma espuma y su pie por encima, para no escuchar mis gritos o simplemente para lastimarme aún más. Otro me decía que si quería decir algo abriera y cerrara la mano. Uno de ellos echaba algo sobre mi cuerpo, que después supe era agua para que las descargas eléctrica fuesen más sentidas. Sólo sé que yo abría y cerraba las manos y cuando se detenían con la 'picana' y como yo no les decía nada, con más odio, porque creo, tengo esa impresión de que era odio, me torturaban más violentamente. Al final, en vano abría y cerraba las manos, ellos ya no hacían caso. Tengo la impresión de haberme desmayado varias veces. Alguien siempre decía si podían continuar o no. Pero no podría precisar si se trataba de un médico o no. En todo caso estoy seguro que uno de los que me torturó fue, sin ninguna duda, en Comisario Inspector Luis Vides. Presumo que esa primera vez fui torturado durante toda la noche. Cuando cesaron y me ordenaron que me levantara, ya no podía hacerlo, estaba totalmente incapacitado de cualquier movimiento y fueron ellos que me vistieron como pudieron. Tenía los ojos vendados con lo que había sido mi propia camisa, las manos esposadas atrás, las piernas atadas con cuerdas, ya no poseía zapatos, no podía casi hablar porque tenía la boca destrozada por el que apretaba con su pie y no daba caro por mi vida.
Me arrastraron hasta una habitación, una celda, en donde había muchas personas. Aprendí a reconocerlos por la voz. Hablábamos pero poco. Por un lado creo que cada uno desconfiaba del otro, por otro, teníamos miedo de ser escuchados. Durante todo el día había un entrar y salir de gente de esta celda. Cada vez que la puerta se abría venían a buscar a uno de nosotros. Y cada vez, sistemáticamente, podíamos escuchar los gritos y las descargas eléctricas de una radio que funcionaba a todo volumen y que constantemente era interferida por las descargas de la picana.
Noche y día, era como una fábrica de torturas. A veces, en algunas oportunidades escuché disparos. También reconocía los cambios de guardia. A los pocos días de estar allí logré ubicarme: una o dos veces por día escuchaba pasar un tren y yo sabía que tan pocos trenes, cerca de la ciudad de La Plata no podían ir sino al sur, para la zona de Pipinas. Además a veces se escuchaba despegar y aterrizar aviones. Era evidente que estaba en un descampado que deduje podía ser Arana. Además yo sabía que funcionaba un puesto de Cuatrerismo en la localidad de Arana. Fue allí en donde estuve hasta el 23 de septiembre de 1976.
En esa celda éramos casi constantemente una quince personas y la celda no tenía más que una pequeña ventana en altura y unos dos o tres metros por lado. Para dormir, esposados, vendados, cada uno hacía como podía. La comida casi no existía. La higiene tampoco. Cuando éramos torturados yo recuerdo que sentía una sequedad de garganta que era como fuego. Pero no nos daban de beber porque decía que si no uno 'reventaba como sapo'.
Nunca creí que iba a conocer un lugar tan dantesco como aquél. Durante diez días de los quince que permanecí allí, fui torturado. Recuerdo que muchos llegaban y pedían ver al 'traidor' y allí mismo me pegaban. Yo era el traidor y había que hacérmelo sentir físicamente. Las únicas secuelas que conservé de ese período son los recuerdos y algunos dientes que perdí. Pero en ese momento, aparte del dolor, no tengo recuerdos de mi cuerpo porque no podía ni tocarme ni verme; sólo recuerdo ese sentimiento de dolor.
Tal vez lo que aún hoy me cuesta superar es el miedo, el sufrimiento que sentía cada vez que la puerta se abría y que venían a buscar a uno de nosotros. No sé si logro explicarme correctamente. Cuando uno está siendo torturado no ve la hora que eso termine, le duele todo. Pero saber que a uno lo van a torturar de nuevo es un dolor en la memoria, en la psique, que llega a ser casi tan doloroso como el físico. Ese sentimiento lo llevo hoy, 22 años más tarde. Durante muchos años, cada noche me desperté bañado en sudor y con ese miedo, porque tenía pesadillas recurrentes, siempre en la misma situación de tortura.
En esa celda conocí a varias personas, escuché los nombres de otros, y así pude reconstruir una lista. Con algunos fui trasladado a la Brigada de Investigaciones de Quilmes, a otros nunca más volví a ver ni a saber de ellos.
Pero antes de ese traslado recuerdo un día que quedará para siempre en mi memoria. Fue el 21 de septiembre, el Día de la Primavera que también es el día del estudiante. A eso del mediodía nos dan de comer. Nos sacaron a todos a un lugar que creo que era como un salón y trajeron comida, eran ñoquis. Un policía me acercó un plato y me invitó a comer.Como nadie me había sacado las esposas yo no podía servirme del tenedor, así que este policía se tomó el trabajo de darme de comer como se hace con los enfermos. Y me hablaba calmamente. Después me llevaron a un patio interno en donde pude darme cuenta que estaban todos los detenidos de Arana. No sé cuántos seríamos, pero éramos varias decenas, todos en lamentable estado. Un policía decía que había dos perros que nos controlaban, uno que se llamaba Santucho y otro Firmenich. Estábamos sentados en el suelo y al lado mío había una persona. Con esta chica pude apenas hablar y se trataba de Claudia Falcone, una estudiante de secundario de Bellas Artes. Recuerdo que lloraba. Allí había muchos jóvenes que provenían de diferentes colegios secundarios de La Plata y que eran víctimas de lo que más tarde se llamó La Noche de Los Lápices. Se encontraban Emilce Moler, Horacio Ungaro, Claudio de Acha, Pablo Díaz, Patricia Miranda, Francisco López Muntaner, María Claudia Ciochini, Víctor Treviño, Daniel Alberto Racero. Una vez terminado ese recreo en que los cerberos aprovecharon para limpiar las celdas, nos devolvieron cada uno a nuestra celda. Era el día del estudiante. De ellos sólo Emilce Moler, Pablo Díaz y Patricia Miranda sobrevivieron.
A una de las personas que más recuerdo es a un hombre de 60 años que se llamaba Santiago Servín. (Utilizo el imperfecto para aquellos de los cuales nunca más supe nada). Este hombre era de una gentileza, de una bondad.... Era el director de un pequeño periódico que se llamaba 'Le Voz de Solano', era de nacionalidad paraguaya y había escrito dos libros. Como pertenecía al Partido Comunista Paraguayo, él vivía como un exilado en la Argentina aunque ignoro si tenía o no ese estatuto y ya había estado preso en el Paraguay hacía muchos años. El había sido detenido con un sobrino del mismo apellido de unos 25 años y otro muchacho de apellido Etelbaum o Epelbaum que trabajaba en ese mismo diario. Con Santiago Servín y su sobrino fuimos trasladados el 23 de septiembre a la Brigada de Investigaciones de Quilmes. Del otro muchacho Etelbaum, recuerdo que me dijo que a él lo habían llevado a la comisaría 8va de La Plata. Porque fue llevado y traído dos o tres veces.
Santiago Servín y su sobrino permanecieron hasta mediados del mes de octubre en Quilmes. Luego fueron 'trasladados' y hoy permanecen desaparecidos. En cuanto a Etelbaum, más tarde supe que estaba en la Unidad Carcelaria N° 9 de La Plata (U.9)
En Arana estuve con Víctor Treviño, a quien conocía desde la escuela primaria. El también fue torturado y con él me trasladaron también a Quilmes. Víctor tenía apenas algunos meses más que yo. A mediados del mes de octubre también fue 'trasladado'.
En general, antes de cada traslado, venían dos guardias y afeitaban y permitían que la persona se higienizara un poco. Por entonces yo pensaba, ingenuo, que iban a ser liberados. De Víctor tampoco supe más nada y permanece desaparecido.
En ese traslado del 23 se septiembre íbamos, además de los chicos de La Noche de Los Lápices, los Servín José María Novielo, que era un estudiante que venía de Ushuaia y que vivía en La Plata y yo. No recuerdo si fuimos más. El traslado debe haber sido bastante impresionante porque se escuchaban sirenas y estábamos por lo menos en dos camiones celulares para el transporte de detenidos. El convoy se detuvo en un lugar en donde bajó la mayoría. Luego supe que ese lugar era la ßrigada de Investigaciones de Banfield, cuyo Jefe era el Comisario Arana. Luego seguimos hasta Quilmes en donde quedamos Patricia Miranda, Emilce Moler, Los Servín, Víctor Treviño y yo.
Pero en Arana quedaron otros que no fueron trasladados en ese momento: Willy, un estudiante peruano que venía de la ciudad de Piura y cuya familia tenía un hotel del mismo nombre. Nunca más supe de él. Un señor de apellido Ringa, Giampa, Nora Ungaro, (hermana de Horacio y de quien no recuerdo si fue o no trasladada el 23 ), Ana Teresa Diego, Cristina Doglio, Néstor Silva, la novia de Néstor Silva, un peruano de apellido Icama?, Marlene Katherine Kegler Krug (le decían La Paraguaya y escuché decir a los guardias y a otros detenidos que la habían torturado muchísimo. Ella era estudiante de medicina en La Plata).
El día 24 de septiembre por la noche, estando en Quilmes, me vienen a buscar. En coche me llevan a un lugar, después de mucho andar, que reconozco otra vez como Arana. Aparentemente se estaba negociando algo porque me torturan un poco pero creo que ese no era el objetivo. En un momento recuerdo que dejaron de hacerlo y escuché que había caído algo importante del ERP por la zona de Citty Bell, en los alrededores de La Plata. Me devuelven a la celda y allí encuentro de Walter Docters, que me refiere que también estaban en Arana José María Schunk, Walter Samperi, Osvaldo Busetto. Me entero también con posterioridad que estaban dos hermanos que trabajaban en la Policía que se llamaban Julio Aníbal Badell y Esteban Badell, (uno de ellos, dice la crónica policial, se tiró del tercer piso de la Jefatura, y el otro se ahorcó en su celda), también se encontraba Ángela López Martín. Presumo que se encontraba allí una mujer chilena Acosta Velasco de Badell, esposa de unos de los hermanos y que permanece desaparecida.
Esa misma madrugada, así como me habían llevado a Arana, me volvieron a llevar a Quilmes. Para esto tengo que agregar que durante mi estadía anterior en Arana tuve que firmar papeles que nunca supe si estaban en blanco o si era mi sentencia de muerte.
No recuerdo con precisión si fue el 27 o el 29 de septiembre, por la tarde, me vienen a buscar y me llevan a una oficina en otro piso. Allí un hombre me levanta brevemente las vendas de los ojos y pude ver sus manos bien cuidadas y un gran anillos de oro. Me presentó un escrito a máquina en donde yo presentaba mi renuncia a la Policía con fecha 2 de septiembre, o sea anterior a mi detención. Por supuesto firmé.
No volvieron a sacarme de allí hasta el mes de diciembre. En este lapso de tiempo conocí a otras personas. El lugar pude identificarlo pocos días después gracias a un detenido que supo reconocerlo por ser él mismo de la localidad de Quilmes. Los coches entraban en un garaje y de allí éramos conducidos por una escalera estrecha hasta un segundo piso. Las celdas estaban repartidas en forma de "L" alrededor de un 'agujero' o vacío. Así supimos que en esa misma posición se encontraban las mujeres desaparecidas, pero en el primer piso. Podíamos entrever el exterior, la calle. Había un edificio antiguo que supimos más tarde que se trataba del Hospital de Quilmes.
Creo que en la planta baja había delincuentes comunes.
La persona que supo ubicarme era Juan Carlos Fund, que vivía en la calle Monroe al 900 en Quilmes. Fue trasladado. Cuando llegué compartí la celda con Santiago Servín y dos personas más, jóvenes y de quien no tengo datos para identificarlas. Fueron trasladados.
La vida se hizo un poco más rutinaria. No se escuchaban gritos de torturados aunque no sé si allí se torturaba o no. Por la mañana nos traían mate cocido, al mediodía alguna comida tipo polenta o fideos y por la noche generalmente mate cocido otra vez. La cantidad de comida variaba según fuéramos muchos o pocos los detenidos. Calculo que cuando llegamos deberíamos encontrarnos allí unos 25 hombres. En algunos momentos fuimos sólo 10 más o menos. Si bien casi todos los días se pasaba un trapo, la higiene personal era lamentable. En tres meses de estar allí sólo me permitieron lavarme dos veces. Cuando llegué, y al saberme lejos de la guardia, menos controlado, comencé a sacarme las esposas o las cuerdas (depende del momento) y las vendas de los ojos. Fue en ese momento que pude observar mi cuerpo. No podía apoyar el pie derecho porque tenía una infección. Las plantas de los pies estaban negras. La piel había sido completamente quemada. Tenía heridas en los puños por las esposas y desde los senos hasta casi las rodillas había una placa rígida que se había formado con las quemaduras y la sangre coagulada provocado todo por la picana. En Quilmes el remedio milagroso se llamaba Pancután, que es una pomada antiséptica que ayuda a cicatrizar las quemaduras. Sólo con esa pomada fue desapareciendo la infección en la planta del pie derecho.
Durante estos tres meses en Quilmes, sumados a los quince días en Arana, perdí mi aspecto humano. Para levantarme debía hacerlo en varias etapas, lentamente, porque varias veces me desmayé. Y cuando estaba de pie debía aferrarme a algo porque por unos instantes se me nublaba la vista y tenía vértigos. Dormía no sé, 16 o 18 horas por día. Cuando salí de la cárcel, casi tres años más tarde, pesaba 58 kilos y estaba bien. Pienso que en Quilmes debo haber pesado bastante menos y cuando me detuvieron pesaba 72 kilos.
En Arana estuve con un hombre de entre 35 a 40 años que era un obrero de la fábrica Rigoleau, que estaba cerca de Quilmes. Este hombre me contó que era español. Le decían por supuesto 'El Gallego'. Fue trasladado. Un tiempo después lo trajeron a Walter Docters, a Osvaldo Busetto que estaba herido de bala en piernas y abdómen y que también fue trasladado. Una persona que ya estaba allí desde antes de que yo llegara era Néstor Busso, de La Plata y que recuperó su libertad. También trajeron al peruano Icama ? y que luego estuvo en la U9.. Nora Ungaro, que recuperó la libertad. Angela López Martín, que sigue desaparecida. También pasaron por allí Pablo Díaz, José María Novielo, que recuperaron la libertad. Había tembién un muchacho de apellido Enríquez y con las mujeres estaba su esposa que estaba embarazada, Marta Enríquez. Ella fue 'legalizada', mientras que de él nunca supe más nada ya que me trasladaron a mí primero. Un hachero de Misiones de apellido Galván y su esposa, de los cuales no tengo noticias. Un muchacho a quien llamaban "El Colorado", pelirrojo, de la zona de Quilmes. Un muchacho a quien llamábamos "El zapatero" porque trabajaba en una fábrica de zapatos de la zona de Lomas de Zamora. Me fui antes que él. Creo, sin seguridad, que había una chica que se llamaba Rosa y que tenía unos 15 años. Una familia de La Plata, que tenían su domicilio no recuerdo si en las calles 2 y 44 o 3 y 44. Era un hombre de 65 años, su hijo de unos 30 y la esposa del hombre mayor.
Muchos más pasaron por allí pero sería incapaz de afirmar nada ya que algunos a veces permanecían dos o tres días, incluso menos. Algunos llegaban heridos de bala. Todos torturados. Por ejemplo al peruano Icama una bala le había entrado por detrás, cuando huía, y le había quebrado la clavícula. Sobrevivía quien podía y las heridas se curaban solas generalmente.
Durante el período que estuve en Quilmes una vez mi madre pudo venir a verme. Para mí eso fue como un signo de que todo no estaba perdido, de que tal vez no me mataran . Le vi en el mes de diciembre, pocos días antes de que me volvieran a trasladar. Esa fecha coincidió con una serie de fichas que nos hicieron allí mismo, con huellas dactiloscópicas, fotos etc.
Cuando estuve en Arana, una vez me llevan a una de las habitaciones y allí puedo ver por debajo de la venda que sobre un escritorio había unas toallas, y algunas prendas que me pertenecían. Me di cuenta de que mi madre había logrado hacerme llegar eso, pero nunca me dieron ni mencionaron nada los policías. Y por supuesto yo no iba a decir que había visto eso ya que hubiera significado que algo, por mínimo que fuese, lograba ver. Me hubiese acarreado más golpes.
Cuando mi madre me viene a ver a Quilmes la veo durante unos cinco o diez minutos. Después la volvería a ver más de un mes más tarde. Tengo que precisar aquí algunas informaciones que no relaté precedentemente. Mi madre trabajaba como empleada administrativa en Jefatura de Policía, en la Dirección de Logística. Mi hermana también trabajaba en la Policía como empleada en la Caja de Jubilaciones. Inmediatamente después de mi detención mi casa fue allanada en lo que aparentemente fue un despliegue policial bastante grande. Unas ocho personas entrapon en el apartamento mientras que había otros grupos de apoyo en el exterior, incluso tiradores apostados en la terraza del edificio vecino. Mi madre y mi hermana perdieron sus trabajos, fueron echadas. Pero mi madre conocía a mucha gente dentro de Jefatura y creo que a través de alguno de esos conocidos logró hacer llegar a Arana unas prendas y visitarme luego en Quilmes.
El 21 de diciembre de 1976, por la mañana vinieron a buscarme. También a Walter Docters. Nos hicieron bajar por esas escaleras pequeñas y empinadas y ya allí nos instalaron en la caja de una camioneta cerrada. También estaban Emilce Moler, Patricia Miranda y Marta Enríquez. Nos previnieron que a cualquier intento éramos hombres muertos y acostados en esa caja nos cubrieron con mantas. Pienso que la camioneta debería estar banalizada. Bueno, el hecho es que al cabo de un cierto tiempo que no fue demasiado largo, nos bajan en otro lugar. Durante los primeros días permanecemos atados y los ojos vendados, en unos calabozos obscuros. Un lugar a donde nadie venía ni siquiera para sacarnos al baño. Sí, venía un guardia dos veces por día.
Creo que dos o tres días más tarde nos sacan las vendas y una semana después comenzamos a recibir a nuestras familias. Media hora por semana. La razón de todo esto era que ya estábamos a Disposición del Poder Ejecutivo Nacional desde el 28 de diciembre por decreto 3454/76. Este lugar era la comisaría 3ra de Valentín Alsina, en Lanús.
En esta comisaría, cuando llegamos, al otro día las mujeres fueron sacadas y llevadas a otra parte de la comisaría. A Walter Docters y a mí, al cabo de unos diez díaz nos pusieron en una celda en donde había otros detenidos. Uno de ellos era un estudiante de medicina de la ciudad de La Plata, Rubén Saposnik que había estado secuestrado en Infantería de la Policía en las calles 1 y 60 de La Plata, esposado a una cama metálica durante un mes; un médico residente en el hospital San Martín de La Plata, Néstor....? y un gremialista de la zona de Ezeiza que fue trasladado antes que nosotros, cuyo nombre ignoro y no sabría decir si fue liberado o no.
Una semana antes de volver a ser trasladados una vez más llegaron Pablo díaz y José María Novielo. Y el 21 de enero de 1977 fuimos trasladados todos los hombres a la Unidad Carcelaria N° 9 de La Plata. Aquí termina este relato del tiempo que permanecí secuestrado por las fuerzas de seguridad argentinas. Como anexo a este trabajo agrego una lista con los nombres de todas las personas que recuerdo haber visto o escuchado e incluso algunas de las cuales sólo supe más tarde que se encontraban allí. Con sentimiento de culpa soy consciente de que olvido nombres, datos, informaciones sobre otras personas y que tal vez hubiesen sido capitales para conocer la suerte que corrieron.

Grenoble 23 de Mayo de 1998 - Testimonio de Atilio Gustavo Calotti -exdetenido durante la última dictadura militar


http://www.exdesaparecidos.org.ar



Tamara Kallsen
Nicole Cespedes

Plan Condor

A comienzos de la década del 90 se descubren en Paraguay los documentos secretos de la policía política paraguaya.

Pero estos documentos, que ganaron el macabro nombre de "los archivos del terror", no sólo informaban del accionar de esa fuerza, sino que revelaban la coordinación de los gobiernos militares sudamericanos durante las décadas de 1970 y 1980 para perseguir a los opositores políticos.

Alfredo Stroessner
Los documentos secretos paraguayos destaparon el Plan Cóndor.
Martín Almada, uno de los abogados paraguayos que descubrió los archivos, explicó a la BBC la naturaleza de la información hallada en Asunción.

"En los archivos secretos se descubrió un documento que tiene el título de 'Reunión de Inteligencia', que yo bauticé como el acta de nacimiento del operativo Cóndor".

"Este documento es una síntesis de la reunión en Santiago de Chile a fines de noviembre, comienzos de diciembre de 1975. Se plasma en los papeles lo que ya se venía actuando en la práctica", sostuvo Almada.

Coordinación previa

La periodista chilena Patricia Verdugo, autora de los libros "Los Zarpazos del Puma", sobre la Caravana de la Muerte, e "Interferencia Secreta", sobre el golpe de Estado encabezado por Augusto Pinochet, coincide con Almada en que la coordinación entre gobiernos había comenzado antes.

Carlos Prats.
El asesinato de Carlos Prats fue una de las primeras acciones del Plan Cóndor.
"Podemos decir que ya en el año 74, los esbozos de la Operación Cóndor están a la vista".

"En septiembre de 1974 es asesinado en Buenos Aires, el general Carlos Prats, ex comandante en jefe del ejército. Para esa operación, agentes de la DINA chilenos se movilizaron a Buenos Aires y contaron, obviamente, con la colaboración argentina", señala Verdugo.

Para Angélica Prats, hija del ex militar chileno que se había opuesto al golpe militar, el atentado en la capital argentina muestra la coordinación entre servicios de inteligencia.

"Nosotros creemos que el asesinato de nuestro padre fue probablemente la primera incursión que hubo en este acuerdo para actuar. No dudamos de que los servicios chilenos jamás podrían haber actuado sin la aprobación de algún sector de los servicios argentinos", dice.

Los objetivos del Cóndor



Los opositores políticos eran detenidos en cualquier país y luego, al ser reclamados por las autoridades represivas de cada gobierno, eran trasladados a su país de origen

Susana García Iglesias, abogada argentina
Susana García Iglesias, abogada argentina colaboradora del juez español Baltazar Garzón, describió a la BBC cómo funcionaba la coordinación:

"Los opositores políticos eran detenidos en cualquier país y luego, al ser reclamados por las autoridades represivas de cada gobierno, eran trasladados a su país de origen".

"Esta colaboración implicaba evidentemente el desconocimiento de las fronteras. Lo digo especialmente porque muchos de ellos en los últimos tiempos, a la hora de ser juzgados, apelan al argumento de la soberanía nacional".

Patricia Verdugo destaca que estas acciones iban más allá de las fronteras sudamericanas.

"Vemos en el año '75 que se opera en Italia, al intentar matar a Bernardo Leighton, un alto dirigente del partido Demócrata Cristiano de Chile, que estaba exiliado en Roma".

Augusto Pinochet
Los servicios secretos de Pinochet son acusados de actuar en varios países, inclusive EE.UU e Italia.
"Y en el año 76 estamos viendo la Operación Cóndor en pleno, cuando actúa la coordinación chileno-paraguaya para poder llevar a los asesinos a Washington y en septiembre matar al ex canciller chileno Orlando Letelier".

Pero Sergio Onofre Jarpa, ex ministro del gobierno de Pinochet, negó a la BBC que los servicios de inteligencia de Chile estuvieran involucrados en estos atentados.

"Al que menos le convenía cualquier atentado realizado por agentes terroristas afuera de Chile era al gobierno de Augusto Pinochet, menos en ese momento, porque eso traía problemas internacionales y mucho mayor rechazo, interno y externo, al gobierno militar que mandaba en Chile".

La influencia brasileña

Además de los archivos encontrados en Paraguay, otro de los documentos clave es el que el agente del FBI Robert Scherrer envió desde Buenos Aires a sus superiores en Estados Unidos en septiembre de 1976, que revelaba la existencia del Plan Cóndor.



La intervención brasileña fue muy fuerte en Chile. Como inspiración para el golpe militar y después como entrenamiento de militares chilenos en aspectos tácticos de la represión y en la aplicación de torturas

Jair Krichke, presidente del Movimiento Justicia y Derechos Humanos de Río Grande del Sur
Pero Loyola Guzmán, esposa de un desaparecido boliviano y presidenta de la Organización de Desaparecidos en ese país, insistió a la BBC que la colaboración entre gobiernos militares se remonta a mucho antes.

"Hay un antecedente del plan Cóndor en el asesoramiento que dio la dictadura brasileña a otros países. Hay que recordar que Brasil ya desde 1964 comienza a vivir un régimen dictatorial".

"En nuestro caso concreto, Brasil ofreció ayuda y asesoramiento al gobierno militar que había subido al poder el 21 de agosto del '71, liderado por el entonces coronel Hugo Bánzer Suárez.

Carlos Tiburcio, vicepresidente de la Organización anti-tortura "Nunca Más" de Brasil, explicó que la presencia brasileña también se hacía sentir en el Chile de Salvador Allende.

"Yo estaba exiliado en Chile y en la época del gobierno de Allende, la represión brasileña ya estaba presente en Santiago", aseguró.

"Los que estábamos en Chile teníamos noticia de la presencia de militares y agentes de la represión que filmaban y fotografiaban a los brasileños que participaban de las manifestaciones políticas, para que en el caso de volver a Brasil, pudieran ser detenidos y muertos como algunos lo fueron", recuerda Tiburcio.

Inspiración y entrenamiento

Jair Krichke, presidente del Movimiento Justicia y Derechos Humanos de Río Grande del Sur, le dijo a la BBC que el gobierno militar brasileño fue más allá de filmaciones y fotografías de exiliados en Chile.

"La intervención brasileña fue muy fuerte en Chile. Como inspiración para el golpe militar y después como entrenamiento de militares chilenos en aspectos tácticos de la represión y en la aplicación de torturas".

Pero Brasil no se limitaba a asesorar a otros gobiernos, sino que recibía a agentes de otros países en su territorio para perseguir a opositores políticos, según el exiliado uruguayo Universindo Díaz, detenido y torturado en Porto Alegre.

"A mí me llevaron a la sede de la policía secreta y comenzaron a golpearme brutalmente. Me colgaron del techo y me dieron picana mientras me interrogaban. Los agentes brasileños me pegaban y había agentes uruguayos que me interrogaban".

La justicia argentina pidió a comienzos del año pasado información a Brasil, sobre el destino de tres argentinos desaparecidos en ese país.

Según los informes de la CONADEP, la comisión argentina que investigó las despariciones durante el gobierno militar, al menos doce argentinos fueron desaparecidos en Brasil.

La colaboración habría sido mutua. Jair Krichke cree que nueve brasileños desaparecieron en Argentina.

Los otros países

Según los testimonios, el gobierno militar de Brasil fue el que mostró el camino a los regímenes de facto. Chile fue la sede donde el Plan Cóndor se diseñó.

Manifestante pro derechos humanos en Chile
América del Sur aún llora las consecuencias de la alianza militar regional.
Por su parte, Argentina fue el país sudamericano donde más desapariciones se produjeron. La CONADEP publicó en su informe de 1984 más de 9.000 casos, pero organismos de derechos humanos sostienen que hubo 30.000.

En este esquema, también habrían cumplido una función los otros tres países.

Para el abogado paraguayo Martín Almada, su país fue el archivo:

"Leyendo los archivos del terror, uno descubre que Paraguay era más o menos como el banco de datos del Plan Cóndor. Por eso están los papeles de Cóndor en Paraguay".

Militantes políticos argentinos exiliados en Paraguay también han señalado que en diferentes ocasiones fueron detenidos en ese país por la policía local, pero terminaron siendo interrogados por agentes de Argentina.

Acción efectiva

El analista político boliviano Carlos Mesa le dijo a la BBC que la participación de su país fue menor, pero no por eso menos importante.

"Bolivia tuvo importancia sobre todo para suministrar tanto a Chile como a Argentina información sobre el movimiento de lo que entonces se llamaba 'subversivos' argentinos y chilenos dentro del territorio boliviano".

"Además, el gobierno militar boliviano garantizó que en caso de ser detenidos, estos 'subversivos' serían entregados, como sucedió en algunos casos, a los gobiernos de esos países".

Hugo Bánzer, presidente de Bolivia
Hugo Bánzer ha negado sistemáticamente la existencia del Plan Cóndor.
El ex gobernante militar y civil de Bolivia, Hugo Bánzer, ha negado sistemáticamente la existencia del Plan Cóndor.

Por su parte, Samuel Blixen, periodista uruguayo que investigó a fondo la alianza militar regional, describió a la BBC la función de su país.



La particularidad de los militares uruguayos es que estaban a sueldo del ejército argentino

Samuel Blixen, periodista uruguayo
"La participación uruguaya consistió fundamentalmente en el traslado de comandos uruguayos a Argentina, que se dedicaron a buscar, secuestrar, torturar y desaparecer a exiliados uruguayos en Argentina".

"A su vez, algunos oficiales argentinos operaron en Uruguay para secuestrar gente en Uruguay y trasladarla a Argentina".

"La particularidad de los militares uruguayos es que estaban a sueldo del ejército argentino", destacó Blixen.

Uruguay parece constituir un ejemplo claro de lo efectiva que fue la coordinación entre los militares sudamericanos. Mientras 32 uruguayos desaparecieron en su propio país, más de 150 desaparecieron en Argentina, ocho en Chile y dos en Paraguay.

La larga mano del Plan Cóndor también alcanzó a dos legisladores uruguayos, Zelmar Michelini y Héctor Gutiérrez Ruiz, asesinados en Buenos Aires en 1976.


Tomás Sotelo.


Fuente : http://news.bbc.co.uk/hi/spanish/latin_america/newsid_1449000/1449096.stm